Origen del café: de un bosque africano a tu taza

Toda gran historia tiene un comienzo inesperado. La del café, esa bebida que nos une y nos acompaña, no empieza en una plantación elegante ni en una cafetería sofisticada, sino con un pastor, un monasterio y un rebaño de cabras sospechosamente enérgicas…
Hoy no vamos a hablar de perfiles de sabor ni de métodos de extracción. Hoy vamos a viajar muy atrás en el tiempo. Acompáñennos al origen de todo.
El Secreto Mejor Guardado de Etiopía: La Leyenda de Kaldi
Nuestra historia comienza, como las mejores leyendas, en los bosques altos de la región de Kaffa, en la actual Etiopía, alrededor del siglo IX. Un pastor llamado Kaldi notó algo extraño: sus cabras, después de mordisquear las bayas rojas de un arbusto particular, se llenaban de una energía inusual. ¡No paraban de saltar y bailar!
Lleno de curiosidad, Kaldi decidió probar él mismo esos frutos. Sintió una oleada de vitalidad y claridad mental que nunca antes había experimentado. Emocionado por su descubrimiento, llevó las bayas a un monasterio cercano. El monje principal, escéptico y temeroso de que fuera obra del diablo, arrojó los frutos al fuego.
Pero entonces, ocurrió la magia. A medida que las semillas se tostaban en las brasas, un aroma embriagador llenó la estancia. Era un perfume tan cautivador que todos los monjes se acercaron. Rescataron los granos tostados del fuego, los molieron y, tratando de preservarlos, los mezclaron con agua caliente. Esa noche, por primera vez en la historia, bebieron café.
Descubrieron que la bebida les ayudaba a mantenerse despiertos y alerta durante sus largas horas de oración nocturna. El secreto de las “bayas mágicas” comenzó a extenderse de monasterio en monasterio.
El Viaje a Través del Mar Rojo: El Café Conquista el Mundo Árabe
Desde Etiopía, el café cruzó el Mar Rojo y llegó a Yemen. Fue aquí, en el puerto de Moca (¿les suena el nombre?), donde el café comenzó a cultivarse de forma sistemática alrededor del siglo XV. Los sufíes yemeníes adoptaron la bebida con fervor, llamándola “qahwa” (que originalmente significaba “vino”), y la usaban en sus rituales para alcanzar estados de concentración profunda.
Fue en el mundo árabe donde nació la cultura del café como la conocemos. Se abrieron las primeras cafeterías públicas, las “qahveh khaneh” o “escuelas de sabios”. Eran lugares vibrantes donde la gente se reunía no solo a beber café, sino a conversar, escuchar música, jugar ajedrez y debatir sobre política y negocios. El café se convirtió en el combustible de la vida social e intelectual.
Una Semilla Rebelde Llega a Europa
El café llegó a Europa en el siglo XVII a través de los comerciantes venecianos. Al principio, fue recibido con sospecha. Algunos lo llamaban la “amarga invención de Satanás” por su origen musulmán. Pero la bebida era tan deliciosa y estimulante que su popularidad fue imparable. El Papa Clemente VIII, antes de prohibirla, quiso probarla. Le gustó tanto que, según la leyenda, la “bautizó” para hacerla una bebida cristiana.
A partir de ahí, las cafeterías florecieron en toda Europa: en Londres, se convirtieron en centros de negocios; en París, en el corazón de la vida intelectual y revolucionaria. El café estaba impulsando al mundo.
El Cruce del Atlántico: ¿Cómo Llegó el Café a Colombia?
El viaje del café a nuestro continente es una historia de película. Se dice que un oficial naval francés, Gabriel de Clieu, fue el responsable de llevar un pequeño esqueje de cafeto desde París hasta la isla de Martinica en el Caribe, protegiéndolo con su propia vida durante una travesía llena de peligros. De esa única planta, descienden millones de cafetos en América Latina.
¿Y a Colombia? La historia cuenta que el café llegó a nuestro país a través de la frontera con Venezuela, gracias a los misioneros jesuitas, en algún momento del siglo XVIII. La primera referencia escrita aparece en el libro El Orinoco Ilustrado (1730) del sacerdote jesuita José Gumilla. Sin embargo, al principio, los agricultores no estaban muy convencidos de cultivarlo. ¿La razón? Un cafeto tarda varios años en dar su primera cosecha, y eso era mucho tiempo de espera sin ganancias.
Aquí es donde entra otra leyenda maravillosa. Se dice que el sacerdote Francisco Romero, en un pequeño pueblo de Norte de Santander llamado Salazar de las Palmas, encontró una solución ingeniosa. En lugar de dar penitencias tradicionales como rezar, les pedía a sus feligreses que, como penitencia por sus pecados, sembraran plantas de café.
Poco a poco, gracias a este empujón divino y al trabajo incansable de los colonos que se adentraban en las montañas, el cultivo se expandió. Nuestras cordilleras andinas, con su altitud, sus suelos volcánicos y su clima perfecto, resultaron ser el paraíso para el café Arábica. El resto, como dicen, es historia. Una historia que escribimos cada día con cada grano que tostamos y cada taza que compartimos.
Así que la próxima vez que disfrutes de tu café Zenda, recuerda este viaje épico. Desde una cabra danzante en Etiopía, pasando por los místicos de Yemen y los revolucionarios de París, hasta llegar a las manos de un campesino en las montañas de Colombia. Tu taza contiene siglos de historia, aventura y pasión humana.
¡Qué increíble, ¿verdad?!
Para los Curiosos: Nuestras Fuentes
Nos encanta que, como a nosotros, te apasione la historia detrás del grano. Para construir este relato, nos basamos en información de fuentes reconocidas como la National Coffee Association (NCA) de Estados Unidos, el libro “Uncommon Grounds: The History of Coffee and How It Transformed Our World” de Mark Pendergrast, y por supuesto, los archivos y publicaciones de nuestra Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC) que documentan la llegada y expansión del café en nuestro país.
